De El canto del cisne |
En el mar
Al principio cierta frialdad
en seguida la tibieza de su ternura líquida,
me inunda de sensaciones placenteras,
me salpica el rostro con diamantes diluidos.
Me besa con sensual suavidad
en tanto me mece con sus brazos amantes.
Me acaricia con gráciles estrellas,
destellos efímeros que imitan el fulgor
de las constelaciones en juguetona actitud.
Me mima con el roce y el vaivén de sus ondas
en mis muslos, en mis caderas.
Me contagia euforia
con sus movimientos ondulantes
como la cadencia de una melodía.
Si pudiera sumergirme en el abismo incoloro
de su misteriosa magnitud.
Tocar fondo.
Lograría dejar mis huellas
en arena en modo alguno hollada,
conseguiría dejar senderos nuevos
delineados por mis pies,
sin el apremio del aire.
Libre de penas y pesares.
Olvidarlo a él.
¡Ah, si pudiera dejar su recuerdo
en esa profundidad!
Culpa
Alimaña con púas de acero
devora las vísceras,
lacerando, desgarrando,
en círculos concéntricos,
sin una herida visible,
sin una lesión que supure.
Tan sólo emite
un lamento callado,
un eco enmarañado,
una angustia anestesiada.
Se esconde
en concavidades disimuladas.
Secretas.
Verdad
Las turbulencias del alma
inmanentes
de las desventuras humanas,
me fatigan, implacables.
Mis ojos intentan ver
más allá de lo aparente,
despojados de quimeras,
de idealismos y dilemas,
de incertidumbres y espejismos.
Perciben la realidad desnuda
mas no la verdad.
Ese tormento de indagar
se refleja en las pupilas
como una ciénaga
turbia
quieta
incolora.
Ese tormento de indagar
se enquista en la mente
sin captar
la claridad sin cortinas
la verdad sin escamas.
La verdad.
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De La difusa policromía del alma |
Encuentro
Encuentro ilusionado
rejuvenecido y palpitante
por la magia del amor,
con la levedad
de las moléculas del aire
atraviesa
el temblor de mi piel.
Se sumerge
en mis entrañas
como la ola expansiva
-despojada de violencia-
de una bomba invisible.
Roza,
cálida caricia,
los íntimos filamentos sensibles
del alma
y me colma
con un destello humano
de felicidad.
Espejo
La mirada fija
en las grietas oscuras,
en el blancor suspendido
de la nube dormida,
en el silencio concentrado
de la lejanía azul.
Él sueña
con los ojos abiertos,
ensueños de lúcidos claroscuros,
de enlazados contornos.
De súbito,
lluvia vertical se desprende
con vertiginosa fugacidad,
las gotas diamantinas se cuajan
en el rostro del que sueña,
embeben sus ilusiones
y las reflejan
como en un espejo de luz.
Es el espejo que ella sueña
donde no se cuaja la imagen
del que sueña
sólo los ensueños que él sueña.
Los ensueños se encontraron,
se fusionaron, sin ellos saberlo,
en la transparencia imaginaria
del anhelo compartido.
Ella y él, se encontrarán?
Emociones
Soy un fárrago emocional,
origino calmas y turbulencias
que cincelan mi estado de ánimo,
sin cesar cambiante,
sin cesar agitando,
la maraña de mi interioridad.
Emociones…
como charcas resbaladizas
me empapan
con su viscosidad,
forman
las amarguras de la vida.
Emociones…
como aguas cristalinas
me empapan
con su frescura,
forman
las alegrías de la vida.
Emociones…
representantes incontenibles
del pensamiento,
hacedoras de sentimientos,
enturbiadoras de la percepción
de la realidad.
Emociones…
me manipulan, me dominan,
me inducen a no ver
lo que no quiero ver,
me inducen a actuar
para bien o para mal.
Y la poesía…
es emoción.
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De El surtidor de ilusiones |
Mundos paralelos
Tal vez mundos paralelos
en unísono latido
navegan en universos duplicados,
inmersos,
en un indescifrable multiverso infinito,
más allá del cepo fatal
del tiempo conocido.
Burbujas flotantes,
realidades similares
a mi mundo azul.
Acaso somos copias
de otras copias,
sin saberlo ni comprenderlo.
Sólo destella la percepción
de nuestra existencia
como seres únicos,
exclusivos.
Si perduramos
como imágenes reflejadas
en múltiples espejos,
¿será nuestra vida igual o diferente?
Quizás una copia mía,
en la placentera vitalidad
de un mundo diamantino,
sea feliz.
Te llamé
Te llamé,
desde el borde de la ilusión,
anclada al antiguo romanticismo.
No me escuchaste.
Mi voz se diluyó
debido al impulso ciego
de la entrega troceada,
los pedazos derraparon
hacia el presente solitario.
Se dispersó
en el fragor de los truenos,
caóticos como la vida;
en la trama de rayos reticulares,
raudos como mi ansiedad;
ante un cielo de basalto,
de fría indiferencia.
Se deslizó
por la grata armonía
de la cadencia musical,
aturdida por mi espera.
Se enredó
en el alboroto de voces y risas,
invasoras del aire que nos unió
y nos separó.
El tiempo impasible,
aliado de mi desesperanza,
levantó el muro móvil
del silencio.
Mi voz se perdió
en el abismo sin fondo
del ataúd
de los sueños fallidos.
Siento frío
No me estremece las venas
el blancor helado
de la nieve mullida.
Ni me congela la piel
el estilete gélido
de la dureza del hielo.
Ni me escarcha el ánimo
la mirada despectiva
de la indiferencia
con su bloqueo destemplado.
Ni me estanca el valor
el vertedero helado del miedo
con su puntada paralizante.
Es el frío del alma,
sensación gélida y gris,
me cercena la mente,
me estruja el corazón,
con la tempestad del horror,
ante los espectros
del odio
de la guerra
del desamor.
Plegarias
La iglesia señala el cielo
con su hierática torre,
infunde pequeñez
con la imponente magnitud
y el mutismo de piedra labrada,
esparce esperanza
con su corazón de incienso.
Allá arriba, en el firmamento,
llamaradas de arrebol
se desperezan ondulantes,
alisan su fulgor,
descifran sus hexágonos
de helada inmovilidad.
Atisban triunfantes
por la alta vidriera circular.
La luz de sus miradas
se filtra y se dispersa
en la penumbra de la nave,
bajo la solemne vigilancia de la bóveda.
El clamor, místico y silencioso,
de las plegarias
se eleva con fervor
hacia la quietud de las imágenes.
Sin rozar el difuso resplandor
que no toca la piel,
sólo se refleja impasible
en las pupilas absortas
de brillo iridiscente.
Fin
La lejana pirueta adolescente
tintinea en el ayer, se esfuma
como un suspiro en la alborada.
Las ilusiones y sueños,
frágiles rosas de luz,
se deshojaron trémulas
en la efervescente y rauda juventud.
Mis manos abiertas
abarcaron a los otoños entrelazados
con liquidámbares encendidos,
mezclados al azar
con leve hierba amarillenta.
Ella se instaló en mi sangre
con susurros de sosiego.
Hoy, hilos blancos trenzan
las durmientes del destino,
se enredan en mis cabellos,
livianos como cristales de nieve,
en tanto el viento no cesa
de traerme ráfagas de recuerdos:
las postales del camino,
los seres que amé,
las metas que alcancé.
La lluvia con húmeda voz,
anuncia que borró mi futuro
con el agua de la vida.
Sólo me aguarda
la última puerta intangible,
adornada de misterios,
la que cierra el fin
de todos mis finales.
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